Con la entrega de 26 murales, 1483 mts2 intervenidos con color y con la participación de más de 20 artistas urbanos se finalizó “Los colores nos habitan”, un proyecto que transformó los espacios comunitarios de los conjuntos residenciales Tirol II, Tirol III y la urbanización Altos de Calasanz 2.
Dentro de las actividades desarrolladas por el convenio que se llevó a cabo entre el Instituto de Vivienda de Medellín -ISVIMED- de la Alcaldía de Medellín y la Fundación Pintuco, se hicieron 65 talleres de arte relacional, convivencia y arte urbano gráfico con la participación activa de 1000 personas de la comunidad de los tres territorios. Así mismo se llevaron a cabo jornadas de voluntariado, tertulias comunitarias y recorridos de experiencias.
La obra exalta la riqueza natural de Tirol III. Es una caja de portales donde nacen todos sus tesoros, como la diversidad de plantas y animales que se encuentran aquí. La maleta y la mariposa representan la migración, los sueños y la lucha de una comunidad que llega de otros territorios y construye un nuevo hogar.
La obra destaca ese accionar que compartimos todos los seres vivos, animales y humanos, que siempre estamos migrando de un lugar a otro, muchas veces por situaciones inesperadas. Volamos en familia porque empezar de nuevo juntos es un principio natural. Ante ese sube y baja de emociones que es la vida, la familia sigue siendo un pilar fundamental.
La obra es una interpretación de los jardines de los balcones de Tirol III, simbolizados con plantas ornamentales que crecen de forma armónica en medio de la naturaleza. Evoca las noches estrelladas, el canto de los gallos y las montañas frondosas que rodean este territorio.
Hace referencia a la semilla que se convierte en árbol, genera raíces y crece con fortaleza, desprendiendo hojas, frutos y flores. Simboliza a las personas que con amor y respeto construyen una comunidad que trabaja para avanzar conjuntamente, superarse y construir mejores hogares como las abejas con sus panales. Los panales posteriores son ventanas que abren la mirada a la esperanza.
La relación con el lugar y su hábitat generaron puntos de encuentro en una narrativa que reúne sus memorias y que invita a caminar en comunidad, a entender la otredad en un espacio lleno de relatos, historias y reflexiones. Cada imagen interpreta un hecho cotidiano que surge a partir de palabras como refugio, alimento, libertad y cuidado, que aluden a una comunidad que se reinventa cada día.
La geometría sagrada expresada a través del diseño de cubos entrelazados, invita a curar y a sanar situaciones cotidianas con el poder de la imagen. En este caso la obra convoca a la comunidad a ser responsable con el excremento de sus mascotas, para que las zonas comunes no sean un campo minado sino lugares de encuentro y armonía.
Combinando elementos de la naturaleza y el barrio, la obra nos invita convivir en comunidad y en armonía con el medio ambiente. Acude a características propias de la zona alta de Tirol III donde se siente el frío del páramo, el bosque y una quebrada donde habitan distintos tipos de animales como la serpiente, que con su imponencia y hermosura nos recuerda que son importantes para el sostenimiento del ecosistema.
Es una historia contada a modo de fábula, donde los protagonistas son los animales más extraños del bosque. La obra invita a imaginar posibles relaciones y deja preguntas abiertas para que los habitantes del territorio puedan resolverlas y crear su propia versión a partir de sus experiencias.
La obra simboliza la responsabilidad de nosotros con lo otro: la naturaleza, los animales, las plantas. El cuidado como un tema urgente y necesario. Se plasma esa relación entre el hombre y las aves para pensar en una armonía, en un diálogo de equivalencias.
Narra la constante búsqueda por encontrar el hogar sin importar el lugar. Inspirado en el bosque elegimos al zorro en representación de las personas que habitan este territorio, que llegan a una nueva hábitat, disfrutando y adaptándose al nuevo lugar. Así mismo el bosque que nos rodea inspiró la elaboración de los personajes y los colores que componen la historia pictórica en esta caseta comunitaria.
La obra representa una situación cotidiana escenificada por dos personajes que están jugando. Es un gato y un perro fusionados con rasgos humanos, como el cuerpo y sus prendas de vestir. Condensa a través del color, el movimiento y las formas caricaturescas y saturadas, toda la alegría y energía transmitida por los niños y niñas y la diversidad de personas que habitan Tirol III
Como un corazón que da vida y articula, esta calle une las familias que habitan Tirol II y Tirol III. Es el punto de encuentro de residentes y visitantes, donde se mueve la economía, donde se teje el respeto y la diversidad, donde se desdibuja una frontera y se construye una sola comunidad.
Representa el folclor y la alegría de las distintas comunidades que habitan en Tirol II. Los colores toman formas de animales característicos del territorio acompañados con la felicidad de los niños y niñas que dan sentido a la comunidad y trasmiten la esperanza de un buen futuro.
Juntamos nuestras manos para hacernos responsable del entorno que habitamos y de las mascotas que llenan de alegría nuestro hogar. Juntamos nuestras manos para cuidar la naturaleza que nos embellece, nos da oxígeno y nos permite vivir.
Evocando la alegría y el sentido protector de los niños y niñas que contagia, irradia y encanta a todo el Tirol, invitamos a vivir en armonía, a construir relaciones de convivencia y cuidado entre unos y otros, animales y humanos, todos en comunidad.
Dos niños sonrientes unidos por el reverdecer, los retoños, el color y los paisajes naturales, como añoranzas de la vida pasada, de la tranquilidad arrebatada, invitan a la reflexión y acción para la apropiación del espacio, la comunicación y el respeto en un territorio plural que comunitariamente da pasos hacia adelante.
El territorio nos conecta y recuerda nuestra herencia cultural perdida en la búsqueda del progreso. La siembra como acción de relación en comunidad con ese territorio donde fluye la vida y todas las dinámicas sociales. En la medida que nos reconocemos se confronta el olvido.
Representa la conexión que tenemos con la tierra, esa relación que une a los habitantes del Tirol con la huerta, quienes cuidan de ella y obtienen sus cosechas para el sustento o comercio. La huerta se vuelve un valioso espacio rural en medio de las altas torres de concreto.
Como aquella planta que trasladada a un nuevo lugar extiende otra vez sus raíces, aquí, nuestra comunidad se arraiga a este territorio. Desde la diversidad de sus habitantes se enriquece y reconfigura otro espacio, construyendo identidad, generando nuevos lazos y levantando comunidad.
Simbolizamos los sueños, la esperanza y la unión que se teje entre los habitantes de este conjunto residencial. Plasmamos también las mariposas en representación de la vida, los lazos de afecto y la armonía que cultivamos en los espacios que compartimos con nuestra familia y comunidad.
En la vereda Taitan en Pasto, Nariño, una familia, en su gran mayoría mujeres, rasca coca como costumbre ancestral de su comunidad. Desplazadas por actores armados en busca de un mejor futuro llegan a Medellín y en Tirol II encuentran un nuevo hogar desde donde rememoran y preservan su historia.
Las mariposas que habitan la zona nos hablan, estas son el icono de las transformaciones que contantemente vivimos los seres humanos. Aire, tierra, fuego y agua son regalos de la Pachamama que nos acompañan y guían en este proceso de evolución.
Tener un lugar donde vivir dignamente, donde arraigarse es una necesidad y un deseo que compartimos los seres humanos. Este territorio es habitado por personas diversas que llegan de muchos lugares y que colectivamente al calor de la solidaridad, de la unión y del convite han construido su nuevo cielo.